EL SEÑOR DE LOS ANILLOS-LAS DOS TORRES

lord of the rings

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS-LAS DOS TORRES

Confieso que nunca he leído a John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973).  Aunque lo hubiera hecho juro que nunca se me ocurriría comparar su saga novelesca “The Lord of the Rings” (editada por George Allen & Unwin, Londres, 1954-1955) con las películas que el cineasta neozelandés Peter Jackson (1961) está adaptando a la gran pantalla. Lo único que puedo es comparar este film con su precedente El señor de los anillos-La hermandad del anillo, también dirigida por Jackson. Y la diferencia es abismal a favor de Las dos torres. En esta segunda parte todo parece mucho mejor y, desde luego, mucho más entretenido, aunando con acierto el tradicional género de aventuras medievales con el cine fantástico contemporáneo. La película se nos hace demasiado larga (172 minutos) y lo que dura casi tres horas se podría contar, prácticamente igual, en dos. Pero se ve que los productores trataron de rentabilizar la descomunal inversión económica realizada. Al margen del marketing promocional de que dispuso, la película ha sido un éxito en taquilla, entre otras cosas, por ser válida para niños y adultos, así como por saber emplear los numerosos efectos especiales al servicio de la narración y no a la inversa. Excelente es el trabajo de Richard Taylor responsable de las criaturas y de todas las miniaturas.

El título del film hace referencia a las dos torres como símbolos del Mal, la Torre de Orthanc en Isengard, y Torre de Barad-dûr, en Mordor, respectivas fortalezas de los maléficos Saruman y Sauron, como representantes del Mal visible e invisible. A los ya conocidos hobbits, elfos, orcos, Gandalf, Légolas y demás personajes de la primera entrega se unen dos seres dignos de la imaginación más desbordante, los Ents una especie de árboles humanizados y, sobre todo, el Gollum Sméagol, una criatura fascinante, cruce simio-reptiliano entre gárgola gótica, monstruo goyesco y un vampiro pintado por Munch. Él es el verdadero protagonista del film, su epicentro. Su travesía guiando a Frodo Bolsom y a Sam por la Ciénaga de los Muertos, eludiendo el peligro de los espíritus de los guerreros muertos que surgen de entre los charcos y la niebla, es digna de elogio y recuerdo. Como también lo es la espectacular batalla en la garganta fortificada del Abismo de Helm, o el amor imposible del humano Aragorn, debatiéndose entre la princesa Éowin de Rohan, sobrina del rey Théoden, y la bella e inmortal elfa Arwen…

La ambientación, el vestuario, los decorados y maquetas…, visualmente la obra es impecable, especialmente en el cuidado que Jackson demuestra en la composición de majestuosos y largos planos, mediante travellings aéreos sobre montañas, valles, torres y murallas, y que confieren al cineasta el status de demiurgo de la historia y la impregnan de un carácter legendario, mítico, epopéyico… En fin, la mitología de esta segunda parte es desbordante y daría para escribir un libro-ensayo casi tan largo como el relato en el que se inspira. Pero eso sería otra historia…

Diego Moldes
diegomoldes@hotmail.com
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