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16 Mar La tapadera
“No esperes de mí que entregue cualquier cosa. Mi nombre figura en este guión.”
Howard Prince (Woody Allen), falso guionista en La Tapadera.
Comentario
De todas las películas comentadas en este libro La tapadera quizá se la que menos tiene que ver con Woody Allen, al menos con el Woody Allen autor cinematográfico, pues ni está escrita ni dirigida por el cómico judío. La idea original de la película, ambientada durante la Caza de Brujas promovida por el infame senador Joseph McCarthy, parte del guionista Walter Bernstein y su amigo y colaborador el cineasta Martin Ritt. Ambos fueron blacklisted durante los años cincuenta, es decir, estuvieron en las listas negras por sospecharse que pertenecían al Partido Comunista. Al finalizar La tapadera podemos leer en sus títulos de crédito los nombres de los colaboradores de la película que durante los años cincuenta había padecido la censura y presión del Comité de Actividades Antiamericanas (curioso nombre, los antiamericanos eran precisamente ellos, los macartistas) presidido por el ultraderechista McCarthy, un fanático oriundo de Wisconsin.[1] Entre paréntesis se indica el año en que fueron incluidos en dichas listas negras; ante nuestros ojos desfilan los nombres de Walter Bernstein (1950), Martin Ritt (1951), Zero Mostel (1950), Herschel Bernardi (1953), Lloyd Gough (1952) y Joshua Shelley (1952), los cuatro últimos son actores en La tapadera.
La película se sitúa en la temporada de 1952/1953 y nos muestra el mundillo televiso neoyorquino de entonces; la llamada Edad de Oro de la televisión, que no lo fue tanto, como se verá. El tono es el de una comedia dramática. El conflicto aparece cuando un cajero de cafetería, Howard Prince (Woody Allen), comienza a ejercer de tapadera de varios guionistas de televisión que no pueden firmar sus guiones, pues están incluidos en las listas negras. Como Howard Prince es ludópata y gasta cantidades ingentes en sus apuestas de las carreras, acaba por solicitar cada vez más dinero y cede su nombre a multitud de guiones. Así, inconscientemente y sin proponérselo (pero llevándose, eso sí, su porcentaje) Howard Prince da de comer a guionistas en la sombra, alter egos de Walter Bernstein y colegas suyos de entonces, como el talentoso Abraham L. Polonsky y Arnold Manoff, también objetos de duras represalias en la época.
En paralelo transcurre, inicialmente, la historia de un actor cómico en paro, Hecky Brown (Zero Mostel), sin trabajo precisamente por idéntico motivo: ser sospechoso de ser un colaborador comunista. Las historias de Howard Prince y Hecky Brown se cruzan cuando el actor es conminado a delatar al falso guionista. Así convirtiéndose en colaborador podría lavar su culpa ante el Comité de Actividades Antiamericanas y blanquearse ante sus represores estatales. Hecky Brown, sin trabajo, hundido y con el remordimiento de haber traicionado a un compañero, y ante la presión de tener que delatarlo ante el Comité, opta por el suicidio al arrojarse por la ventana de la habitación del hotel en el que se aloja. Esta circunstancia se inspira en la vida de un amigo del propio Mostel, Philip Loeb, que se suicidó quitándose la vida en un hotel, en 1955, por haber sido apartado del programa televisivo Red Channels (cruel ironía nominativa: canales rojos). Antes, Hecky Brown (un inspiradísimo Zero Mostel que, sin duda, demuestra que vivió/padeció esa época, humillante para quienes la promovieron) tendría tiempo de recitar un genial monólogo que funciona como alegato pro libertad. Tras la muerte de Hecky Brown el Comité de Actividades Antiamericanas cita a Howard Prince como testigo para que delate a los compañeros de Hecky Brown, pero éste se muestra evasivo. Cuando le preguntan por el mismo Brown, cansados de sus reticencias, Howard Prince extrae fuerzas de flaqueza y hace lo que nadie imaginaba (ni siquiera el espectador), no sólo se niega a contestar sino que deslegitima violentamente a ese especie de tribunal paralelo en que se había convertido el comité, afirmando airado: “No reconozco el derecho de este comité a formularme este tipo de preguntas. Y, además, podéis iros todos a tomar por el culo.” El ciudadano medio revelándose contra el Poder sin ser muy consciente de ello.
Recepción crítica
Pese estar nominado al Oscar al mejor guión original y contar con un equipo técnico y artístico de primer nivel, algo chirría en La tapadera, las piezas no acaban de encajar, como si el problema radicase en la opción de partida del dúo Bernstein-Ritt, consistente en cruzar algo tan serio y dramático como la Caza de Brujas (suicidio mediante) con la comedia burlesca, mediante situaciones grotescas interpretadas casi siempre por Woody Allen. Así lo ha visto la crítica francesa más rigurosa: “[…] el caso de The Front, obra estimable pero sobrevalorada […]. La risa surgiría así del rechinante absurdo, del desajuste entre la manera como los diferentes personajes perciben esa misma situación. […] The Front peca de timidez, ya que Ritt y Bernstein confían demasiado en el inserto escrito final […]. La falta de perspectiva, en Cormack o Norma Rae no demasiado molesta, resulta aquí más evidente, con unos personajes que se pretende sean intelectuales capaces de analizar una situación. La ironía humanista no afecta a los verdaderos responsables y, a pesar de algunas escenas muy logradas –el célebre monólogo de Zero Mostel– el contenido resulta flojo, difusa la denuncia.”[2] En parecidos términos críticos se sitúa Augusto M. Torres cuando escribe: “Desgraciadamente Ritt no acaba de encontrar el tono agridulce buscado, entre la comedia y el drama, y Woody Allen, en una de las pocas películas donde trabaja a las órdenes de otro director, demuestra no ser el intérprete adecuado para tan complejo personaje, por lo que el resultado se convierte en un fracaso económico y una de las más exóticas películas de Hollywood sobre sí mismo.”[3] Uno sigue preguntándose que pintaba Woody Allen en ese papel, incómodo y desajustado. Además la dirección de Martin Ritt (1914-1990) es aquí menos inspirada que en otras obras suyas pretéritas, caso de la espléndida El espía que surgió del frío (The Spy Who Came in from the Cold, 1965), la mejor adaptación que recuerdo de Le Carré, o la irregular pero atractiva El largo y cálido verano (The Long, Hot Summer, 1958), a partir de Faulker, escritor inadaptable al cine donde los haya. Cuesta creer que las secuencias de La tapadera las haya dirigido la misma persona que en un mismo año fue capaz de sacar energías creativas tan fructíferas como para brindarnos films tan atractivos como La gran esperanza blanca (The Great White Hope, 1970) u Odio en las entrañas (The Molly Maguires, 1970).
FICHA TÉCNICA-ARTÍSTICA
Título original: The Front. Año: 1976. Director: Martin Ritt. Intérpretes: Woody Allen, Zero Mostel, Herschel Bernardi, Michael Murphy, Andrea Marcovicci, Remak Ramsay, Marvin Lichterman, Lloyd Gough, David Margulies, Joshua Shelley. Guión: Walter Bernstein. Música: Dave Grusin. Fotografía: Michael Chapman. Duración: 95 min. Productor: Martin Ritt, Robert Greenhut, (productor asociado), Charles H. Joffe y Jack Rollins (productores ejecutivos).
[1] Quien desee ampliar la información sobre este tema puede consultar: COMA, Javier. Las películas de la caza de brujas, Notorius Ediciones, Madrid, 2007. 224 pp. Javier Coma es uno de los mayores especialistas españoles en esta materia.
[2] TAVERNIER, B. y COURSODON (1995), J.P. 50 años de cine norteamericano, Ediciones Akal, Madrid, 1997. Tomo II, p. 911.
[3] TORRES, A.M. Diccionario Espasa Cine, Espasa, Madrid, 1995. P. 839.
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