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09 Dic Introducción a Éxtasis y yo, de Hedy Lamarr
Introducción a Éxtasis y yo de Hedy Lamarr
Diego Moldes, escritor
“Any girl can be glamorous. All you have to do is stand still and look stupid.”
Hedy Lamarr
Cuando un periodista le preguntó a Groucho Marx por Sansón y Dalila, el humorista respondió que nunca iría a ver una película en la que el busto del protagonista –Victor Mature– fuese más grande que el de su estrella femenina –Hedy Lamarr–. Por supuesto Groucho no podía saber entonces, en 1949, algo que Hedy Lamarr no reveló hasta 1966, cuando publicó sus memorias, y es que Louis B. Mayer cuando la contrató en 1937 se sorprendió porque la ya célebre actriz tenía más pecho al natural que el que lucía en la pantalla grande, al tiempo que el magnate de la MGM le recordaba que el busto de una actriz abría muchas puertas en Hollywood (por desgracia las sigue abriendo). Pero por supuesto Hedy Lamarr no se convirtió en una estrella universal por su cuerpo, al menos no sólo por su extraordinaria belleza. Fue una mente privilegiada, como el lector descubrirá en las siguientes páginas.
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Hace un par de años, a inicios de 2015, Centro Sefarad, situado en el Palacio de Cañete de la Calle Mayor de Madrid, organizó un coloquio-presentación con la salida de mi noveno libro, el primero en la querida editorial Notorious, Venuspasión. Pido disculpas al lector por la vanidosa cita, pero la anécdota lo requiere. Se trata de un libro literario inspirado por actrices-venus del celuloide, fundamentalmente del cine clásico. Aquella tarde, por gentileza de mi amiga la novelista Esther Bendahan, nos juntamos para charlar cuatro buenos amigos, el poeta, investigador y traductor Luis Alberto de Cuenca, el profesor e historiador de cine José Luis Sánchez-Noriega, el editor y crítico de cine Guillermo Balmori y un servidor. En el turno de preguntas se nos preguntó que cuál creíamos que era la actriz más bella de la historia del cine. Respondí que Gene Tierney o Hedy Lamarr. Añadí que, casualmente, las vidas de ambas tuvieron bastantes cosas en común –y no sólo porque compartieron marido y amante–, pasando de la dicha a la pena con gran facilidad y frecuencia. Otro asistente de entre el público pidió a Luis Alberto de Cuenca si podría leer alguno de mis textos o poemas que incluía el libro. Creí, con gran temor y sonrojo, que Luis Alberto escogería algún poema pero eligió este texto, precisamente el de Hedy Lamarr. Imagínense al leerlo la voz de Luis Alberto, inconfundible, su declamación clásica y la forma tan brillante de entonar y pronunciar cada una de las palabras que yo escribí imaginando que era la propia Hedy quien se dirigía a un público o lector anónimo, casi desde la ultratumba, acaso en un susurro.
Hedy Lamarr
(1913-2000)
Nací en Viena en 1913, aunque en el registro figure 1914, como Hedwig Eva Maria Kiesler, aunque usted me conocerá por mi nombre artístico, que me puso Louis B. Mayer, cuando, tras entrevistarme en Londres en 1937, me contrató y me lo cambió por el de Hedy Lamarr, porque el mandamás de la Metro-Goldwyn-Mayer admiraba a la actriz del mudo Barbara LaMarr. Mi padre Emil Kiesler era un banquero próspero, que emigró desde Ucrania, y se codeó con la más elevada sociedad imperial, donde conoció a mi madre, Gertrud Lichtwitz, húngara de la alta alcurnia judía, pianista, guapísima. Nací cuando el Imperio Austro-húngaro se derrumbaba y, pasada la Gran Guerra, mi familia volvió a prosperar. Mi madre, culta y políglota, se preocupó de enseñarme las esencias más refinadas en las que se había criado, me metió en clases de ballet y piano desde niña, me educaron en alemán, húngaro, francés e inglés y me inscribieron en un internado para señoritas en Suiza, en donde todas mis amigas pertenecían a la nobleza. Cuando regresé, Geog Jacoby me dio una oportunidad en sus estudios de Sasha Films e hice mis primeros pinitos como actriz. Mi padre se opuso, le parecía una frivolidad, se enfadó mucho y discutía con mi madre a todas horas, porque ella me alentaba para triunfar. Fue mi refugio, yo apenas tenía diecisiete años, mamá me alejó de Viena y me mandó a Berlín donde hice teatro con el gran Max Reinhardt, ¡qué gran hombre, todo el mundo le adoraba! Volví a Viena y llegó el escándalo: Éxtasis (Ekstase, 1933), en donde un joven director checo, Gustav Machatý, me filmó toda desnuda paseando por un bosque. Sufrí injurias, me condenó el Papa Pío XI (dicen que vio Éxtasis varias veces, seguro que algo le gusté…), mi marido, Friedrich Mandl, con el que me acababa de casar, se puso como un loco a comprar todas las copias para que nadie más me viese y, para colmo, la llegada de Hitler al poder, me obligó a escapar a París, pues soy judía y tuve muchísimo miedo. Allí supe que Friedrich, además de un celoso patológico –¡no me dejaba hacer cine!– era traficante de armas y en 1937 le mandé a paseo, me fui a Londres a ver al señor Mayer y el resto es historia. Mi historia, que no es una bonita historia. Me he casado seis veces y seis veces me he divorciado. Entre medias, otros amantes. No me arrepiento de nada pero, echando la vista atrás…, no he sido plenamente feliz con ningún hombre, todos posesivos, celosos, petulantes… Lo único que ha valido la pena son mis tres hijos y mi retiro en Florida, a donde me visitaba toda la familia en la casa junto a los pantanos. Respecto a mi carrera en Hollywood, aunque fue corta, apenas tres lustros, supongo que fue mejor de lo que yo misma he creído, pues hay una estrella con mi nombre y el número 6247 en el Paseo de la Fama. Mi debut allí fue con John Cromwell en Argel (Algiers, 1938), junto al tonto de Charles Boyer, siempre tan estirado… Hoy en día la gente me recuerda como Dalila, gracias a que el señor Cecil B. DeMille me contrató y dirigió para la película que hizo con la Paramount y mi amigo Victor Mature, Sansón y Dalila (Samson and Delilah, 1949). Me prefirió a otras candidatas del estudio, como Lana Turner, Rita Hayworth, Susan Hayward, Ava Gardner, Jane Greer, Maureen O’Hara y muchas más. Me dijo que mi belleza no era sólo exótica, sino misteriosa, que parecía de “otro tiempo”, y ya sabemos que a Cecil le chiflaba la Historia y lo bíblico. Me encantó como me iluminó George Barnes, que tenía mucha experiencia, ¡qué colores!, y los vestidos increíbles que me hacían probar las diseñadoras Edith Head, Dorothy Jeakins y Gile Steele. Aprendí mucho dirigida por King Vidor y Jacques Tourneur, que me regaló el personaje de Allida Bederaux en Noche en el alma (Experiment Perilous, 1944), pero guardo como un tesoro el recuerdo imborrable del trabajo con mi paisano Edgar G. Ulmer, al que mando un beso desde aquí, en La extraña mujer (The Strange Woman, 1946), en donde, por fin, hice de mala malísima, como se puede ver en la foto de rodaje, látigo en mano. Qué recuerdos…
En aquella tarde, para mí memorable, recuerdo que dije que me gustaría que se editasen en español las memorias de Gene Tierney y Hedy Lamarr, pues las de Lauren Bacall, que también se mencionó aquel día, ya las había leído en nuestra lengua. Se cumple así un deseo que era mucho más que un capricho para Guillermo Balmori, Enrique Alegrete y yo. Y ahora, tras leerlas por fin, me surge una duda certera, profunda, persistente. Atentos.
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El misterio Lamarr
El misterio Lamarr. ¿De qué estoy hablando? Sin rodeos, iré al grano: siempre he creído que Hedy Lamarr fue espía durante la Segunda Guerra Mundial y, posiblemente, también después de la contienda (acaso hasta 1955, cuando se constituye el estado moderno de Austria, tras diez años de ocupación aliada y control norteamericano del país). La lectura de sus memorias no ha variado esta impresión, antes al contrario, la refrenda. ¿Por qué apenas habla de la guerra y no menciona ni el horrible nazismo ni su condición judía? Más aun siendo ella austríaca (cuna de Hitler) y vienesa y habiéndose casado con un traficante de armas fascista que proveía armamento al Tercer Reich alemán y, ya antes, a la Italia de Mussolini (proveyó de armas y municiones, entre otras cosas, a sus absurdas guerras africanas). ¿Cómo es posible que no hable de su decisiva labor como ingeniera de telecomunicaciones? Hedy Lamarr, por entonces Hedwig Eva Maria Kiesler, abandonó Austria y a su marido, Fritz Mandl (1900-1977) a finales de 1937, apenas unos meses antes de la Anschluss, la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi (12 de marzo de 1938). Pensemos la cronología. Hitler tomó el poder (Machtergreifung) el 30 de enero de 1933, acabando con la democrática República de Weimar, y el Partido Nazi proponía ya sus leyes raciales por lo menos desde 1921 (Mi lucha se publicó en julio de 1925). Hitler y Mussolini eran frecuentes visitantes de Fritz Mandl y su mansión desde hacía años, y este insigne austríaco-fascista, uno de los hombres más ricos de Europa, participaba de las semillas de los totalitarismos de derechas. ¿Cómo es posible entonces que una chica de buena familia judía, hija de un banquero judío ucraniano y una pianista de la alta burguesía judía húngara se casase con un antisemita el 10 de agosto de 1933, es decir más de seis meses después del ascenso del nazismo?[1] ¿Por qué, siendo calificada por sus profesores de superdotada, abandona sus estudios de ingeniería en algún momento de 1932 ó 1933? ¿Cómo una estrella de cine bien posicionada y con un padre banquero millonario permanece retenida en una mansión durante más de cuatro años? Afirma que vivía en aquella mansión como una esclava sexual en una cárcel. Si viajaba con frecuencia al extranjero, especialmente a Francia, Suiza, Italia… ¿no pudo escapar antes? Muchas lagunas, en sus memorias y en los libros que se le han dedicado. Muchas preguntas sin respuestas claras, verosímiles o convincentes.[2]
George Antheil (1900-1959) era un superdotado, compositor, escritor, pianista, ingeniero e inventor. Sus padres eran alemanes aunque él nació en Estados Unidos. Junto a Hedy Lamarr, Antheil trabajó para el ejército estadounidense en un proyecto secreto (secreto por entonces) llamado Secret Communication System (Sistema Secreto de Comunicación), que ambos patentaron el 10 de junio de 1941, como se aprecia en la imagen que incluimos en este libro. Antheil y Lamarr (Kiesler) se comunicaban entre ellos en su lengua materna: el alemán. ¿Fue él también espía del Secret Communication System? Guillermo Balmori en el epílogo de este libro explicará con más detalle esta tecnología y sus aplicaciones. Me estoy refiriendo al espectro ensanchado por salto de frecuencia (Frequency Hopping Spread Spectrum: FHSS). Recordemos que durante la guerra mundial y posterior guerra fría Hedy Lamarr seguía siendo austríaca, pues no logró la nacionalidad estadounidense hasta 1953. Durante la Segunda Guerra Mundial las aplicaciones de Antheil y Lamarr fueron militares, desde los torpedos de submarinos de la Marina estadounidense hasta la crisis de los misiles de Cuba en 1962. ¿Cómo es posible que en 1966, cuando se publican estas memorias, no lo mencione siquiera la actriz inventora? ¿Alto secreto? Hoy sabemos que la tecnología wifi y Bluetooh, como cualquier otra comunicación inalámbrica (wireless) no existirían de no ser por esta invención patentada por Antheil y Hedy Kiesler Markey (que es como firmó la patente Hedy Lamarr). Pensemos en que la telefonía móvil de los smartphones actuales no existiría de no ser por la patente del espectro ensanchado. Imagínese querido lector, que usted inventa algo que cambia la historia de la humanidad y de los medios de comunicación, ¿omitiría algo así en sus memorias?
Recordemos que en su tumba vienesa podemos leer:
Films have a certain place in a certain time period.
Technology is forever.
Hedy Lamarr
Actress. Inventor.
9.11.1914. Vienna
19.1.2000. USA.
Las películas suceden en un lugar determinado en un período de tiempo concreto.
La tecnología es para siempre.
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La edición mexicana que he leído, “Éxtasis” y yo, de Editorial Grijalbo en traducción al español de Óscar L. Molina, está agotadísima y es muy cotizada: se terminó de imprimir el 30 de marzo de 1968 en los talleres gráficos de Editora Americana, Lago Tangañica, 57, México DF. Se tiraron tres mil ejemplares y la fecha de edición es el 10 de abril de 1968. Esta primera traducción en español parte de la tercera edición de Ecstasy and Me, publicada en Nueva York por Bartholomew House Publishers. Al parecer, según el biógrafos Stephen Shearer autor de Beautiful: The Life of Hedy Lamarr, el libro fue coescrito (¿o dictado?) por dos negros editoriales o ghostwriters, Cy Rice y Leo Guild. Cuando se publicó el libro el escándalo fue tal que, según recoge Shearer, Lamarr desautorizó a ambos negros y gran parte del contenido, afirmando que “la mayor parte es ficción” y condenó el libro tachándolo de: “fictional, false, vulgar, scandalous, libelous and obscene.” Según recoge Enric Ros en su magnífico texto incluido en el libreto que acompaña a la edición en DVD de White Cargo/La dama de los trópicos: “[…] una autobiografía titulada Ecstasy and Me, en la que hacía sorprendentes revelaciones, como que se había acostado con un desconocido en un burdel en el que se escondió huyendo de su primer marido. La propia Lamarr demandaría a la editorial por este libro, según ella escrito por “un negro”, que no dudó en calificar de “sucio, nauseabundo y repugnante”.” ¿Un negro editorial o dos? ¿O Rice (arroz) era a su vez negro de Guild (gremio)? ¿O eran ambos dos nom de plume de un escritor anónimo? Stephen Shearer ha escrito: “Not satisfied with the facts o her life, and cetainly not with the religious and political background she inherited, the MGM publicity machine embellished and rewrote Lamarr’s biography to such an extent that even she began to believe its mythology. In her often-questionable, ghostwritte “autobiography”, Ecstasy and Me (1966), Lamarr’s life was never truthfully examined or fully realized. When Ectasy and Me was published it caused yet another sensation. The consequences of this fiction haunted her for the rest of her life – a cloak of exaggerations and inaccuracies that sadly became “truth”. Mistery can be damming.” (Beautiful: The Life of Hedy Lamarr, prólogo de Robet Osborne, St. Martin’s Press, Nueva York, segunda edición 2013, páginas 3 y 4) Traducción: “No satisfecha con los sucesos de su vida, y no con los antecedentes religiosos y políticos que heredó, la máquina publicitaria de la MGM embelleció y reescribió la biografía de Lamarr hasta tal punto que incluso ella empezó a creer su mitología. En su “autobiografía”, a menudo cuestionable, Ecstasy and Me (1966), la vida de Lamarr nunca fue verdaderamente examinada o plenamente realizada. Cuando Ectasy y Me fue publicada causó de nuevo sensación. Las consecuencias de esta ficción la obsesionaron durante el resto de su vida, un montón de exageraciones e imprecisiones que tristemente se convirtieron en “verdad”. El misterio puede ser represivo.” Sin embargo, es evidente que la mayor parte de los sucesos acontecieron de verdad, pues nadie que no fuese la protagonista podría conocerlos, en especial su etapa en Viena, Berlín, París o Londres. ¿Qué hay entonces de verdad y qué de ficción en esta autobiografía? El lector más despierto e inteligente tendrá que descubrirlo por sí mismo. Mi teoría es que la mayor parte de los episodios sexuales, desde las orgías, muchas de ellas bisexuales, sus coitos y encuentros lésbicos y las violaciones adolescentes e intentos de abuso sexual son pura ficción, un invento de los negros editoriales para vender más. El tono, además es muy propio de la liberación sexual de los años sesenta, al igual que las transcripciones de los encuentros con sus psiquiatras, típicos de la época. Las descripciones de las violaciones son ridículas e inverosímiles, como también lo es su auto-psicoanálisis con conclusiones estúpidas que nadie diría de sí misma: “y algo más sorprendente: descubrí que no quería ser hermosa. No quería que los hombres me adoraran, quería que se me acercaran físicamente ¡para rechazarles!” Pero hay otros pasajes que son reales y que sólo ella pudo contar. Algunos tan escandalosos como la cleptomanía (con episodios que dañaron su imagen pública para siempre), su evolución hacia el ateísmo, sus conocimientos del arte de vanguardia –era una reconocida pintora abstracta–, los aspectos más íntimos de sus seis maridos o la forma en la que habla de sus tres hijos, que sólo una madre puede conocer. Es muy probable que muchas partes del libro sean transcripciones de grabadora, en donde el o los negros escritores transcribían las vivencias de la bella actriz. Hay pasajes que sí deben ser suyos y demuestran una gran agudeza de pensamiento, propios de un intelectual con vivencias profundas: “Creo que la gente tiene que sufrir para comprender. Pienso que si la gente sufriera de verdad y pasara por toda suerte de agonías (quizás ésa sea una palabra excesiva), que si padeciera tribulaciones eso le ayudaría. Creo que de este modo la gente se hace más tolerante, se comprende más mutuamente, y entonces escucha y puede verlo todo con mayor claridad y mejor”. ¿No hay en este pensamiento un claro atisbo de judeocristianismo? Claramente hay párrafos del libro que sólo pudieron haber sido escritos o dichos por ella, mientras que otros jamás los habría dicho ni siquiera imaginado. Entre los primeros he subrayado dos que quiero creer fueron pensados y escritos por Hedy: “No temo a la muerte porque no temo a nada que no comprendo.” Digno de un metafísico, pura escatología teológica. Y este otro, cuyo enfoque comparto plenamente: “La palabra más importante del mundo para las relaciones personales es la palabra “respeto”. Si se posee ya no se anhela amor ni ninguna otra cosa. Si me decís que un hombre me respeta, ya soy feliz.” Nada hay peor que la falta de respeto, rota esa barrera, cualquier relación humana acabará fracasando. Otros párrafos son pasto de las especulaciones y generan más controversia. Por ejemplo, queda la duda del uso de seudónimos, ¿por qué sólo en algunos casos? ¿Para evitar demandas, por respeto profesional o por pura invención del negro?
Para el cinéfilo es interesante conocer cómo Hedy Lamarr admite que se equivocó rechazando los papeles de su vida, Gaslight (Luz que agoniza, George Cukor, 1944) y, sobre todo, Casablanca (Michael Curtiz, 1944) [También intentó, sin éxito, tener un papel en Lo que el viento se llevó / Gone with the Wind]. Como es sabido, ambos papeles recayeron en Ingrid Bergman, convirtiéndola en un mito y… en una rival de Hedy Lamarr de por vida. En su biografía no esconde la animadversión hacia la actriz sueca y cómo ésta le puso los cuernos a su marido con Robert Rossellini, humillándolo en una fiesta de Hollywood, algo que Lamarr consideraba reprobable e inadmisible. Lamarr nunca soportó los aires de superioridad moral que, ciertamente, siempre se dio Ingrid Bergman (lo cual no quita que fuese una actriz formidable, acaso superior a Hedy). Tampoco oculta su otra rivalidad con Joan Bennet, con la que tenía parecido y a la que acusa de copiarle peinado y estilo. También sabremos de su gran amistad con Frank Sinatra (con el que, sin embargo, no consta que llegase a acostarse), Judy Garland o Bette Davis, a los que admiraba profundamente. También a Greta Garbo, la divina, a quien trató menos. “Creo que si tuviera que comparar mi estilo con el de otras actrices, debería decir que tengo mucho de Judy Garland y Greta Garbo. Me gustan las dos y las admiro a las dos. Son verdaderas rebeldes y no un par de inconformistas de opereta.” Sin embargo no cita ni de pasada a Gene Tierney (a mi juicio, mejor actriz que Hedy, en su dicción, declamación y amplitud de registros), algo rarísimo porque ella representaba en la Fox lo mismo que Hedy en la MGM, ambas provenían de familias acaudaladas, ambas fueron educadas en elitistas colegios de señoritas en Suiza, , ambas coincidieron en el apogeo de sus carreras la década de los cuarenta, ambas fueron publicitadas como “la actriz más bella de la historia del cine” –dicho por Max Reinhardt de Hedy y por Darryl Zanuck de Gene–, ambas abandonaron parcialmente el cine a mediados de los años cincuenta por problemas mentales, ambas recibieron tratamiento psiquiátrico y, sobre todo, compartieron marido, el multimillonario petrolero texano W. Howard Lee (1909-1981). Es más, pensemos que Hedy Lamarr estuvo casada con Lee entre 1953 y 1960, lo que la obligó a retirarse del cine y recluirse en una mansión en Houston. Justo después del divorcio, Lee se casa con Gene Tierney, en 1960, con quien permanecerá unido hasta la muerte de éste, en 1981. Es decir, su ex marido, con el que tiene un pleito millonario, se casa el mismo año de su divorcio con una de sus máximas rivales. ¿Cómo se puede omitir algo así?
Se ha escrito que Hedy fue la primera mujer que protagonizó un desnudo integral en un largometraje comercial, algo no probado. Más allá de su desnudo en y junto al lago en Éxtasis, lo que sí es cierto es que fue la primera que simuló un orgasmo filmado en primer plano, al menos en el cine comercial occidental. Eso la catapultó a la fama mundial y explica que un film checoslovaco de 1932/33 se estrenase en casi todo el mundo, incluidos los Estados Unidos. Aunque le abrió las puertas de Hollywood sin dominar el inglés, motivo por el que sus primeros papeles siempre eran exóticos, también la encasilló de por vida en cierto tipo de personajes de mujer, presos de los convencionalismos sociales machistas de su época. Algo de lo que escaparon pocas actrices, como Katherine Hepburn o Ida Lupino. Pero… ¿fue una buena actriz? No conozco sus películas alemanas ni comprendo una palabra de su lengua natal, por lo que me es imposible responder a esta pregunta con un mínimo de rigor. Sí podemos afirmar que en Hollywood fue una buena actriz, que empezó titubeante por no dominar los registros lingüísticos del inglés, más o menos entre 1938 y 1942, grosso modo, pero que a medida que avanzó la década de los cuarenta fue mejorando sus interpretaciones a pasos agigantados. La Eva Hermann de Éxtasis dio paso a la Gaby de Argel, la trágica Manon de La dama de los trópicos evolucionó a la Dolores Ramírez de La vida es así, hasta llegar personajes emblemáticos, que interpretó con talento y convicción, además de con su fotogenia hollywoodiense: Irene Von Mohr en The Conspirators, Lucienne Talbot en Crossroads, la indígena Tondelayo en White Cargo, Jenny Hager en La extraña mujer, para mí su mejor papel, una mala antológica y femme fatale tremenda; la irrepetible Dalila, por supuesto, en Sansón y Dalila, e incluso Lily Dalbray en la comedia Mi espía favorita (su último éxito en Hollywood), entre otras. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que entre 1938 y 1951 Hedy Lamarr estuvo siempre entre la docena de grandes estrellas femeninas de su tiempo, junto a talentosas actrices como Rita Hayworth, Bette Davis, Vivien Leigh, Gene Tierney, Lauren Bacall, Lana Turner, Katherine Hepburn, Maureen O’Hara, Barbara Stanwyck, Ingrid Bergman, Joan Crawford o Jennifer Jones. Su imagen de belleza se hizo tan popular en América que los cirujanos plásticos copiaron el perfil de su nariz –que aparecía en millones de imágenes publicitarias– para operar de rinoplastia a miles de mujeres. Aún hoy por América y el mundo pasean cientos de miles de mujeres con narices-Lamarr. Su popularidad no decayó con su retiro ni el paso de las décadas, hasta tal punto que en los años noventa la empresa Corel usó su imagen para las cajas que comercializaban su popular programa de diseño gráfico, CorelDraw, en concreto en el CorelDraw 8 (abril de 1998) y CorelDraw 9 (abril de 1999). La actriz, ya anciana, demandó a la multinacional norteamericana, que perdió el juicio y al parecer le pagó una cuantiosa suma. En 1974 también demandó al director Mel Brooks por llamar, mofándose, Hedley Lamarr a un personaje de su comedia western Sillas de montar calientes (desternillante, dicho sea de paso). Hedy…mujer de carácter y gran personalidad hasta el final. Fue admirada por actores y actrices, diseñadores (Valentino entre muchos más) y músicos, por escritores (Manuel Puig se inspiró en ella para su novela de 1979 Pubis angelical), citada como una mujer única por Erroll Flyn, Cole Porter, Marlon Brando, Lana Turner, el genio sueco Ingmar Bergman (que se inspiró en ella para escribir y dirigir Un verano con Mónica), la escritora Agatha Christie y, entre centenares más de personalidades, su compañero de reparto George Sanders, que dio en el clavo cuando afirmó:
“I think Hedy to be one of the most underestimated actresses, one who has not been lucky enough to get the most desirable roles. I have seen her do a few brilliant things. I always thought she had great talent, and as far as classical beauty is concerned you could not then, nor perhaps even now, find anyone to top Lamarr.” (Creo que Hedy es una de las actrices más subestimadas, una que no ha tenido la suerte necesaria de conseguir los papeles más deseables. La he visto hacer algunas cosas brillantes. Siempre pensé que tenía un gran talento, y en lo que respecta a la belleza clásica, no podrías entonces, ni tal vez ni siquiera ahora, encontrar a nadie que supere a Lamarr.)
Hedy Lamarr fue una mujer extraordinaria y no sólo una belleza del cine clásico. Pocas veces se ha dado en la historia que una mujer la mar de guapa –“Hedy Lamarr, la mar de guapa…”, como me decía Mercedes Monmany que decían las niñas en su tiempo– fuese a su vez poseedora de una inteligencia analítica y científica al tiempo que políglota, cultísima, dotada de una vasta cultura literaria, musical –gran melómana, algo poco divulgado– y artística, experta en Arte, tanto como pintora como coleccionista de arte moderno. ¿Por qué fue entonces tan infeliz? ¿Sólo los tontos son felices? No lo creo. Creo que a Hedy Kiesler le pudo su belleza, arrebatadora, cercana y lejana, sexual y sensual, carnal y etérea, ella misma era un oxímoron hecho carne. Le pudieron los hombres, muchos, acaso demasiados. Al final, la niña que fue quizá no buscaba más que amor y protección, quizá su paisano Freud no estaba tan equivocado, quizá buscó siempre a su padre: “No me avergüenzo de declarar que no he conocido ningún hombre comparable a mi padre y que nunca amé a ningún hombre tanto como a él. En su despacho había un escritorio, cuando era niña. Me volvería a sentar debajo, como si estuviera en escena y representaría cosas tales como las fantásticas historias que entonces mi padre me contaba.”
O quizá no.
Su misterio pervive.
Diego Moldes González,
Isla de La Toja, Pontevedra y Madrid, 1-7 de enero de 2017
Filmografía de Hedy Lamarr
En Europa (como Hedy Kiesler)
- Geld auf der Straße(Dinero en la calle, 1930), dirigida por Georg Jacoby, con Lydia Pollman y Georg Alexander.
- Die Blumenfrau von Lindenau(La mujer de Lindenau, 1931), dirigida por Georg Jacoby, con Hansi Niese y Renate Müller.
- Die Koffer der Herrn O.F.(Las maletas del señor O.F., 1931), dirigida por Alexis Granowsky, con Alfred Abel y Peter Lorre.
- Man braucht kein Geld(No necesitamos dinero, 1932), dirigida por Carl Boese, con Heinz Rühmann y Hans Moser.
- Ekstase / Symphonie der Liebe(Éxtasis, 1933), película checoslovaca dirigida por Gustav Machaty, con Aribert Mog y Zvonimir Rogoz.
En Estados Unidos
- Algiers(Argel, 1938), dirigida por John Cromwell, con Charles Boyer.
- Lady of the Tropics(1939), dirigida por Jack Conway, con Robert Taylor.
- I Take This Woman(Esta mujer es mía, 1940), dirigida por S. Van Dyke, con Spencer Tracy.
- Boom Town(Fruto dorado, 1940), dirigida por Jack Conway y protagonizada unto a Clark Gable, Spencer Tracy y Claudette Colbert.
- Comrade X(1940) (Camarada X, 1940), dirigida por King Vidor y protagonizada con Clark Gable.
- Come Live With Me(No puedo vivir sin ti, 1941), dirigida por Clarence Brown, con James Stewart.
- Ziegfeld Girl(Las chicas de Ziegfeld, 1941) dirigida por Robert Z. Leonard, con James Stewart, Judy Garland y Lana Turner.
- M. Pulham, Esq.(Cenizas de amor, 1941), dirigida por King Vidor, con Robert Young.
- Tortilla Flat(La vida es así, 1942), dirigida por Victor Fleming, con Spencer Tracy y John Gardfield.
- Crossroads(1942), dirigida por Jack Conway, con William Powell y Claire Trevor.
- White Cargo(1942), dirigida por Richard Thorpe, con Walter Pigdeon.
- The Heavenly Body(Mundo celestial, 1944), de Vincente Minnelli y Alexander Hall, con William Powell.
- The Conspirators(1944), dirigida por Jean Negulesco y protagonizada con Paul Henreid, Sydney Greenstreet y Peter Lorre.
- Experiment Perilous(Noche en el alma, 1944), dirigida por Jacques Tourneur, con George Brent y Paul Lukas.
- Her Highness and the Bellboy(1945), dirigida por Richard Thorpe, con Robert Walker y June Allyson.
- The Strange Woman (La extraña mujer, 1946), dirigida por Edgar G. Ulmer, con George Sanders.
- Dishonored Lady (Pasión que redime, 1947), dirigida porRobert Stevenson, con Dennis O’Keaffe y John Loder.
- Let’s Live a Little(Vivamos un poco, 1948), dirigida por Richard Wallace, con Robert Cummings.
- Sansom and Delilah (Sansón y Dalila, 1949), dirigida porCecil B. DeMille, con Victor Mature, George Sanders y Angela Lansbury.
- A Lady Without Passport(1950), dirigida por Joseph H. Lewis, con John Hodiak y James Craig.
- Copper Canyon(El desfiladero del cobre, 1950), dirigida por John Farrow, con Ray Milland
- My Favorite Spy(Mi espía favorita, 1951), dirigida por Norman Z. McLeod, con Bob Hope.
- L’eterna femmina / The Eternal Female(1954), dirigida por Marc Allégret.
- L’amante di Paride(La manzana de la discordia / Loves of Three Queens, 1954), dirigida por Marc Allégret y Edgar G. Ulmer.
- I cavalieri de ll’ilusione (1954), de Marc Allégret.
- The Story of Mankind(La historia de la humanidad, 1957), dirigida por Irwin Allen.
- The Female Animal(1958), dirigida por Harry Keller, con Jane Powell.
Nota. En 1957 Hedy Lamarr también participó en un breve papel secundario en Matanza en la Décima Avenida (Slaughter on Tenth Avenue, de Arnold Laven), pero sus escenas fueron eliminadas del montaje final.
Bibliografía sobre Hedy Lamarr:
Barton, Ruth (2010). Hedy Lamarr: The Most Beautiful Woman in Film, University of Kentucky Press, Lexington.
Brem, Richard, Ligthart, Theo (Hrsg.) (2000): Hommage à Hedy Lamarr (en inglés y alemán). En: Sumpfbuch Band 7. Edition Selene, Viena.
Förster. Jochen (2012): Hedy Darling. Hollywood-Ikone, Technik-Pionierin, gefallener Stern. Das filmreife Leben der Hedy Lamarr erzählt von ihrem Sohn [Anthony], prólogo de Anthony Loder, Ankerherz, Hollenstedt.
Kranzpiller, Peter (1997): Hedy Lamarr. In: Stars der Kinoszene Band 13, Eppe, Bergatreute 1997,
Körte, Peter (2000): Hedy Lamarr. Die stumme Sirene. Edition Belleville, Múnich.
Rhodes, Richard (2012). Hedy’s Folly: The Life and Breakthrough Inventions of Hedy Lamarr. Doubleday, Nueva York.
Shearer, Stephen Michael (2010). Beautiful: The Life of Hedy Lamarr, St. Martin’s Press, Nueva York.
Young, Christopher (1979). The Films of Hedy Lamarr, Citadel Press, Secaucus.
[1] Su padre Emil Kiesler dirigía el banco Creditanstalt-Bankverein, nació en Lviv (Leópolis, antes Imperio Ruso, hoy Ucrania) en 1876 y falleció en Viena en 1935. Era hijo de Osias Kiesler, nacido en Kolomyya, Ucrania, en 1853 y de Taube Malke Kiesler, de soltera Katz-Auwerbach, nacida en 1854 en Leópolis, hija de Samuel Aron Katz y Henne Gittel Katz-Auwerbach. Emil Kiesler se casó en Viena con Gertrude Lichtwitz (1894-1977), pianista de clase alta, de casada Trude Kiesler, nacida en Budapest y fallecida en Hollywood. Trude era hija de Carl Moritz Leopold Lichtwitz (1855-1928), nacido en Troppau (Moravia, actualmente Opava, República Checa) y de Rosa Lipchwitz, de soltera Rosa Joachim (1865-1927), nacida y fallecida en Viena, ambos de buenas familias judías. Trude se convirtió al cristianismo católico en Viena para evitar el creciente antisemitismo austríaco y educó a su hija única Hedy lejos de la fe judaica. Antes de que los nazis entrasen en Viena Hedy Lamarr logró sacar a su madre (su padre ya había fallecido en 1935) del país. Cuando Trude entró en Estados Unidos cubrió un documento de nacionalización y en la casilla donde debería poner nacionalidad de origen escribió: Hebrew (hebrea). Fue la fiel compañera y confidente de su hija durante décadas y murió en Los Ángeles a los ochenta y tres años. Ya sea por la línea paterna ucraniana como por la línea materna, húngara, morava y austríaca, Hedy Lamarr era de familia judía por los cuatro costados. En sus memorias sorprende que no hable de la guerra mundial, ni del nazismo, la Shoah, ni de su condición judía. Apenas hay una mención de pasada: “Cuando vivía en Viena y empecé a notar que molestaban a los judíos –precisamente entonces– ya me di cuenta que se acercaba un gran problema.” Eso esto, “un gran problema”, luego cambia de tema y dice banalidades.
[2] Sobre su marido y Éxtasis, es sabido que quiso comprar todas las copias existentes de la película, tarea absurda y fútil. No es tan conocida en cambio la anécdota de cómo vio Mandl a su mujer desnuda en la pantalla. El usuario de Youtube Pérdikas Verre lo relató así: “El magnate Fritz Mandl, uno de los hombres más ricos del mundo, propietario de las Hirtenberger Patronenfabrik Industries, una siderurgia que fabricaba municiones de guerra, comparable a la de Krupp, abducido por la belleza de la Hedwig pidió permiso a su progenitor para cortejarla, aunque de hecho la compró mediante una descarga erótica de joyas y oro macizo. Poco después se produjo el pase de Éxtasis en el festival de Venecia. Mussolini exigió ver la película en privado por el morbo que la acompañaba y precedida del escándalo se estrenó después en Viena ante un público cuajado de personalidades. En el patio de butacas estaban los padres de la estrella y Fritz Mandl, su flamante marido. Cuando empezó la proyección ninguno de ellos daba crédito a lo que veían sus ojos.” Cfr, https://www.youtube.com/watch?v=UBcJEN2XU6g (visitado el 5 de enero de 2016)
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