Edipo reprimido

Edipo reprimido

Edipo reprimido

Situado cronológicamente en el ecuador cronológico de su carrera como cineasta (al menos por el momento) Edipo reprimido condensa todas las virtudes y defectos del cine de Woody Allen (filmografía como director que abarca cuarenta años). De todo su cine anterior y posterior. Veinte años después de su debut, se estrenó en el Festival Internacional de Cannes (1989) la película Historias de Nueva York (New York Stories), compuesta por tres episodios: Edipo reprimido (Oedipus Wrecks), Apuntes del natural (Life Lessons) y Vida sin Zoe (Life without Zoe), escritas y dirigidas respectivamente por Woody Allen, Martin Scorsese y Francis Ford Coppola. Desde los últimos meses de 1986 (tras el estreno de Hannah y sus hermanas) Allen trató de producir un film que incluyese varias historias propias de temática genuinamente neoyorquina, tramas que serían filmadas como episodios independientes. Cuando le presenta el proyecto a Robert Greenhurt, su productor desde Annie Hall, éste lo rechaza por considerarlo muy arriesgado comercialmente pero, amistad mediante, no le da un “no” rotundo por respuesta, sino que le aconseja que escriba y dirija él sólo uno de los episodios y busque otros dos cineastas de prestigio para los otros dos segmentos, de tal modo que el renombre de éstos supusiese la atracción de públicos diferentes. Así Greenhurt contrata a Scorsese, pues acababa de producirle la oscarizada El color del dinero (The Color of Money, 1986) y a Steven Spielberg, quien finalmente se caería del proyecto por problemas de agenda, siendo sustituido a inicios de 1988, casi a última hora, por el más talentoso Coppola. Greenhurt también convence a Touchstone Pictures para que financien la cinta, gracias a la mediación con un productor amigo, Jeff Katzender.[1]

El primero en rodar fue Woody Allen, que concluye Oedipus Wrecks en abril de 1988. El lugar de rodaje, no podía ser otro: Manhattan. Al mes siguiente Coppola filmó en varios edificios de los alrededores de Central Park su Life without Zoe, en especial en el hotel Central Netherland, y hubo que esperar a después del verano, en septiembre de 1988, para que Scorsese filmase Life Lessons en un loft de Greenwich Village.

El mejor de los tres episodios es, sin lugar a dudas, el de Scorsese, Apuntes del natural, una sólida e intensa historia de un pintor abstracto en crisis creativa, que recuerda al célebre Jackson Pollock en su etapa de la action painting. Ver a Nick Nolte desarrollando esa técnica pictórica (novedosa en los años 50/ 60, pero no lo era ya en 1989), al calor de la canción A Whiter Shade of Pale del grupo Procol Harum, es de una plasticidad e inmediatez pocas veces alcanzada en el cine norteamericano.

En cambio Vida sin Zoe, el más flojo de los tres segmentos, es una ñoñería infantil, un fallido cuento de hadas moderno, indigno del genio de un titán del calibre de Coppola. Quizá sea lo más impersonal que ha rodado. Además la historia transcurre en Nueva York, cierto, pero podría haberse desarrollado en cualquier parte del mundo, algo que no ocurre con los episodios de Allen y Scorsese, ambos genuinamente neoyorquinos. Quizá tenga algo que ver el hecho de que ellos son neoyorquinos (de nacimiento, residencia y espíritu) hasta la médula y Coppola californiano hasta el tuétano.

Edipo reprimido se sitúa en un punto intermedio, no logra las altas cotas de Scorsese, sin desmerecerlo, pero tampoco cae en el tedio del de Coppola. Se trata de un episodio cómico lúcido e inteligente, que denota, eso sí, su origen como relato corto (pienso en The New Yorker, pero podría incluirse en el estilo de otras publicaciones). Como viene siendo habitual en la filmografía de Allen, el skyline de Manhattan actúa casi como un intérprete más del reparto. Un reparto que encabeza Allen en el papel del sempiterno despistado judío neoyorquino Sheldon Mills, atrapado entre la relación con su pareja sentimental, Lisa -interpretada por Mia Farrow, que por entonces también lo era en la vida real- y su agobiante madre (Mae Questel), una metomentodo que le impide realizarse como hombre, reprimiéndolo constantemente (-¿o es al revés?-, de ahí el freudiano título, Edipo reprimido). Un buen día acuden los tres a un espectáculo de magia (que hubiese hecho las delicias de un Orson Welles) en Chinatown y la madre de Sheldon desaparece dentro de una caja china. Cuando le pide explicaciones al mago Shandu (George Schindler) éste no sabe qué decir, colmo del absurdo alleniano. Poco tiempo después salta la sorpresa en la vida de Sheldon y de los habitantes de la ciudad: la madre reaparece en el cielo de Nueva York, suerte de espíritu omnipresente que todo lo ve y que hará la vida imposible a Sheldon. Hay que reconocer que la idea es original y novedosa. Allen aún se permitió bromear sobre el arquetipo de madre judía (la suya lo era, claro) durante su filmación cuando afirmó: “Esta película causará furor en Israel. En Israel será como Lo que el viento se llevó.” De la noche a la mañana, la chismosa madre judía le hará un seguimiento al pobre de Sheldon, todos los ciudadanos escucharán sus reprimendas y monsergas, la muchedumbre viandante verá el espectro de su cabeza sobre los cielos y acabarán por familiarizarse con ella como si fuese un elemento más del paisaje urbano.

Una de las escenas más disparatadas y desternillantes es aquella en la que Sheldon acude a buscar ayuda a la consulta de una vidente llamada Treva (Julie Kavner), farsante de tomo y lomo, pero de buen corazón, que trata de tranquilizarlo mandándolo a casa. ¿La receta? Los restos de pollo frío que ella misma se iba a cenar y que Sheldon acaba llevándose a casa envueltos en papel de aluminio. Cuando llega al apartamento encuentra la nota de Lisa en la que le anuncia su ruptura, mientras suena la música triste de una conocida canción, All the Things You Are. Entonces se abre su apetito; deprimido,  recuerda que no ha cenado, desenvuelve el papel de aluminio, coge un muslito de pollo de aspecto poco apetecible y, mientras la grasa chorrea, lo acerca a su apéndice nasal, como si estuviese oliendo una rosa en primavera o suspirando por los cabellos de su amada. La interpretación es de lo más grotesco y profundo que quepa imaginarse en Allen, pues sólo Allen es capaz de aunar en una misma escena lo cómico y lo dramático, lo risible y lo serio, sin caer en la vulgaridad o la pedantería. Es por escenas como esta por lo que el cine de Woody Allen es absolutamente inimitable. Esta misma historia, estúpida por excéntrica, absurda por banalmente anecdótica, dirigida por otro cineasta o interpretada por otro actor que no hubiese sido Allen estaría condenada al más absoluto de los fracasos. Sólo Allen es capaz de dotar del sentido al nonsense, de convertir lo grave en liviano, el trazo grueso en sutilidad, como si sus admirados Bergman y Fellini se hubiesen unido en matrimonio y hubiesen dado a luz a un Capra al cuadrado, un La Cava al cubo, un cineasta-autor elevado a su máxima expresión que, incluso en sus más simples entretenimientos, es capaz de dar lo mejor de sí mismo hasta elevarlos a la categoría de arte. Y eso, que está al alcance de muy pocos,  es en definitiva lo que lo hace inimitable.

Porque si escarbamos en las imágenes de Edipo reprimido mediante tres o cuatro rigurosos visionados, descubriremos un film mucho más denso y complejo intelectualmente de lo que, en un principio, pudiera parecer.

FICHA TÉCNICA-ARTÍSTICA

Título original: New York Stories. Año: 1989. Director y guión: Woody Allen. Intérpretes: Woody Allen, Mia Farrow, Mae Questel, Marvin Chatinover, Molly Regan, Ira Wheeler, Joan Bud. Fotografía: Sven Nykvist. Dur.: 124 min. (los 3 episodios). Productor: Robert Greenhut (productor), Charles H. Joffe, Jack Rollins (productores ejecutivos).

[1] Otras fuentes atribuyen, en cambio, la iniciativa principal del proyecto de New York Stories a Charles H. Joffe y Jack Rollins, productores ejecutivos de varios films de Allen, incluido Oedipus Wrecks. Cf.: RIAMBAU, Esteve. Francis Ford Coppola, Cátedra, Madrid, 1997, p. 292.

 

Diego Moldes
diegomoldes@hotmail.com
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