Sueños de un seductor

Sueños de un seductor

Sueños de un seductor

Génesis del film

Si hay alguna película meta-cinematográfica y cinéfila en la carrera de Woody Allen, esa es Sueños de un seductor, que pese a no estar dirigida por el genio neoyorquino es, a todos los efectos, una película de Woody Allen. El guión es una adaptación bastante fiel de su propia obra teatral, “Play It Again, Sam” [Tócala otra vez Sam, en referencia a la célebre frase de Casablanca] y la participación de Herbert Ross en la versión cinematográfica hay que verla más como la labor de un realizador contratado que como la de un cineasta (y la distinción semántica no es aquí baladí). Siempre me ha llamado la atención que los franceses Tavernier y Coursodon calificasen acertadamente a Woody Allen de “Molière del siglo XX”, porque de no haber nacido en este siglo es seguro que Allen hubiese sido dramaturgo. Tras escribir y representar su primera pieza teatral “Don’t Drink the Water[1], Allen fue contratado para actuar en un espectáculo llamado “Mister Kelly’s”, representado en Chicago. Corría el año 1968 y, alojado en el hotel Astor Towers de “la ciudad del viento”, escribió casi la totalidad de “Play It Again, Sam”, que inicialmente tituló “Aspirins for Three” [Aspirinas para tres]. Cuando regresó a Nueva York la representó en Broadway, reservándose el papel principal y contratando a los desconocidos Diane Keaton y Jerry Lacy para los otros papeles, que luego repetirían en la versión cinematográfica estrenada el 4 de mayo de 1972. Años antes las representaciones habían sido un éxito en Broadway y Allen inició un idilio amoroso con Diane Keaton que duró un año, el de 1970; cuando se rodó el film en 1971 ya estaban separados pero conservaron una amistad cómplice que dura hasta nuestros días. Sueños de un seductor surge como las fantasías de un cinéfilo que pretende emular a un mito, su ídolo Humphrey Bogart y en especial su actitud de galán en declive, el papel del Rick de Casablanca.[2] En marzo de 1969 Allen publicó un artículo en la revista Life donde afirmaba con sutil ironía y total sinceridad: “La primera película de Humphrey Bogart que vi fue El halcón maltés. […] Yo tenía diez años y al instante me identifiqué con Peter Lorre.” En ese sentido es obvio que el film y su personaje central son autobiográficos, como casi siempre en la filmografía de Allen.

Sinopsis

El crítico de cine Allan Felix (Allan de su nombre de pila, Allan Stewart Konigsberg, Felix, del personaje de Felix el Gato), es un pobre infeliz, poco agraciado, que vive en su apartamento rodeado de pósteres de Humphrey Bogart. Está en plena depresión, pues su esposa le ha abandonado. La pareja formada por el matrimonio Dick Christie (Tony Roberts) y Linda Christie (Diane Keaton) acuden en su ayuda, para intentar hacerle salir del bache. Quieren convencerlo de que el mejor modo de olvidar a su mujer es liarse con otra. En sus momentos de mayor depresión Allan Felix tiene una alucinación (¿o no?), se le aparece su ídolo, el fantasma o ánima de Humphrey Bogart (Jerry Lacy), el mujeriego impenitente. Pero sus consejos de tipo duro no le sirven a un hombrecillo desdichado como él. Para colmo, a fuerza de quedar con Linda, cenar con ella, visitar juntos los museos, etcétera, acaba enamorándose de ella. Tras pasar la tarde, van a cenar, cae la noche, toman unas copas y, llegados al apartamento, ocurre lo inevitable…

Comentario crítico

Vista con cuarenta años de perspectiva (recordemos que su génesis es de 1968) lo más interesante de Sueños de un seductor es su voluntad de innovación y superación dramática y estructural por la vía de la comedia, partiendo de un argumento de lo más convencional: el clásico triángulo amoroso transmutado en otra historia de mayor calado humano y preñado de comicidad. En efecto, su estructura en flash-backs y las mágicas apariciones y desapariciones de Bogart vestido con el atuendo de Casablanca en medio de la acción, sin ningún tipo de distingo fantástico, ni nieblas, ni luces de ultratumba, sino como un ser de carne y hueso, dotan de una naturalidad infrecuente a las secuencias, al tiempo que sirven para explicitar físicamente las alucinaciones de la mente de un protagonista cinematográfico (y, curiosamente, esto era algo que Allen ya había dejado claro en las acotaciones de la pieza teatral de la que parte). Además las continuas alusiones al film de Curtiz, refuerzan el efecto nostálgico en el espectador. Paradójicamente, pese al sustrato cinéfilo, la base es teatral: el estilo de los diálogos lato sensu, ágil, chispeante, elástico y de sello muy neoyorquino años treinta, es más deudor del Group Theatre que de los guionistas del cine (algo que Allen ha reconocido siempre), bebe por tanto de dramaturgos como Clifford Oddets, Maxwell Anderson, Robert Sherwood o Eugene O’Neill. También incorpora gags y réplicas de humor absurdo que Allen utilizaba en aquellos años en sus monólogos cómicos que interpretaba en clubes nocturnos y salas de fiesta.

Antiguo bailarín de Broadway y escenógrafo en musicales durante los años cincuenta y sesenta, la dirección de Herbert Ross (1927-2001) es tan funcional como cabría esperar de un realizador que se limita a respetar el texto, acentuar los diálogos más ingeniosos mediante algún ligero movimiento de cámara y dotar de cierta atmósfera realista (pese a su onirismo) a los encuentros entre Allan Felix y Bogart. Tampoco se esperaba más de él; era el cuarto largometraje que dirigía Ross y en sus tres films anteriores se había limitado a plasmar los textos literarios de partida del modo más transparente, en especial en Adiós Mr. Chips (Goodbye, Mr. Chips, 1969), sobre la novela de James Hilton adaptada para la pantalla por Terence Rattigan, y El búho y la gatita (The Owl and the Pussycat, 1970), sobre la comedia teatral de Bill Manhoff. Corrección sin inventiva, eficacia sin talento, no en vano los aciertos de la que sería la mejor película de Herbert Ross, California Suite (1978), lo son esencialmente por el guión de Neil Simon y el gran plantel de actores. Algo parecido sucede con los intérpretes de Sueños de un seductor, que por su estilo parecen más dirigidos por Allen que por Ross, en especial Diane Keaton y Jerry Lacy, que ya habían interpretado esos mismo papeles en las tablas de Broadway en un sinnúmero de representaciones.

 

FICHA TÉCNICA-ARTÍSTICA

Título original: Play It Again, Sam. Año: 1972. Director: Herbert Ross. Intérpretes: Woody Allen, Diane Keaton, Tony Roberts, Jerry Lacy, Susan Anspach, Jennifer Salt, Joy Bang, Viva, Susanne Zenor, Diana Davila, Mari Fletcher, Michael Greene, Ted Markland . Guión: Woody Allen, a partir de su obra teatral homónima. Música: Billy Goldenberg. Fotografía: Owen Roizman. Duración: 85 minutos. Productor: Arthur P. Jacobs, Frank Capra Jr. (productor asociado). APJAC Productions, Paramount Pictures

[1] Llevada al cine por Howard Morris en 1969 y de la que el propio Allen haría una versión televisiva en 1994.

[2] Existe traducción española de la obra teatral: Allen, Woody. Sueños de un seductor, cuadernos ínfimos núm. 109, Editorial Tusquets, Barcelona, 1983. 100 pp.

Diego Moldes
diegomoldes@hotmail.com
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