Troya

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Troya

** Interesante

Troya es el séptimo largometraje rodado en Estados Unidos por el sexagenario cineasta alemán Wolfgang Petersen (Emden, Baja Sajonia, 1941), a partir de un guión del joven escritor neoyorquino David Benioff, libremente inspirado en “La Ilíada”, de Homero. ¿Qué tiene que ver esta superproducción de la Warner Brothers con aquel poema épico escrito hacia el siglo VIII antes de Cristo? No tengo ni la más remota idea. Si nos preguntamos si es pertinaz la adaptación, evidentemente, intentar comparar una de las obras de las que se nutre la cultura occidental con esta película es un ejercicio de insensatez. Como todo el mundo debería saber (aunque, incomprensiblemente, desde hace años la literatura clásica no figura en los planes de estudio de enseñanza) “La Ilíada”es una epopeya heroica compuesta de veinticuatro cantos en los que Homero da su particular versión del mito de la histórica guerra de Troya, que enfrentó a los aqueos      -nombre dado a los antiguos griegos de la cultura micénica- junto a diversos reinos de la Hélade, especialmente Esparta, contra los troyanos y otros pueblos aliados de Anatolia situados al norte del Mar Egeo. El  protagonista de aquella historia era Aquiles, héroe legendario considerado el mayor guerrero de la antigüedad.

Este “sustrato” sirve de base argumental para una película que intenta seguir la estela comercial de Gladiator, de Riddley Scott. Si en aquella se efectuaba una desvirtuación del mundo romano en esta se hace algo parecido con las civilizaciones griegas pre-helénicas de Micenas, Esparta y Troya. El resultado es la transformación de un poema épico en una apología de la guerra mediante un lenguaje audiovisual en ocasiones más cercano al videojuego y a la estética y narrativa publicitarias que al tradicional peplum cinematográfico del que, supuestamente, toma su modelo. Todo parece prefabricado para mayor gloria de los músculos de laboratorio de un Brad Pitt con la misma impertérrita mirada de memo durante todo el metraje. El reparto es mediocre y las actuaciones son burdas caricaturas, ridículas por efectistas y grandilocuentes, incluido el gran Peter O’Toole. Sabíamos que Pitt era un mal actor –y acertamos- no obstante al ver a ese efebo que responde al apellido Bloom… hasta Pitt destaca al lado de este engendro interpretativo. Entre tanto trazo grueso se agradecen las sutilezas y el inconmensurable talento de la bella Saffron Burrows y el encanto de una ya anciana Julie Christie. Lástima que los suyos sean brevísimos papeles.

La puesta en escena carece de inventiva y presenta altibajos propios de este tipo de producciones, no obstante lo mejor de la misma no radica en las sosegadas escenas de transición sino en las de las batallas. Wolfgang Petersen muestra toda su sabiduría en los travellings aéreos del Egeo surcado de naves helenas rumbo a Troya, en las contiendas cuerpo a cuerpo en las dunas y junto a las murallas, en la composición del gigantesco caballo de madera ideado por Ulises para conquistar la ciudad y, como no, en la muerte de Aquiles atravesado por las flechas, alcanzándole una de ellas en su famoso talón, filmado con un movimiento de cámara con grúa hacia atrás y en plano picado que es un verdadero prodigio cinematográfico y cuyo contenido sirve para desmitificar la figura del héroe, humanizándolo.

Pese a estos alardes visuales, uno se pregunta qué hubiesen logrado un De Mille, un Kubrick o un Coppola con semejante despliegue de medios -que Petersen no supo o no pudo utilizar.

Diego Moldes

Diego Moldes
diegomoldes@hotmail.com
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